Cuerpo Alma y Corazón

Que cada día reine en sus corazones el amor y la presencia de Jesús.

Dios los bendiga y el Angel del Señor los acompañe siempre...

viernes, 11 de enero de 2008

La Fuente de la Serenidad


La fuente de la Serenidad


Conectarse con la tierra renueva nuestras energías y compensa los excesos de una vida demasiado «mental».


A medida que el hombre ha desarrollado sus facetas más intelectuales se ha alejado paulatinamente de la tierra. Este alejamiento ha generado en nosotros una clara tendencia a ser más mentales que emocionales, a utilizar más la razón y a reprimir en muchas ocasiones la expresión de ciertos sentimientos. Asimismo, esta distancia respecto al mundo natural revela algunos de los problemas que suelen caracterizar nuestro modo de vida. Por eso, conectar con la tierra que nos sostiene, con todo lo que significa, es esencial para equilibrar aquello de lo que carecemos. Así como los árboles y las plantas reciben su alimento y su fortaleza a través del suelo, las personas también nos sentimos más vivas y equilibradas al acercarnos a la tierra.


3 propuestas para acercarse a la tierra


Cada persona debería encontrar una forma de aumentar sus vínculos con la tierra acorde con sus gustos y posibilidades. Las siguientes propuestas pueden servir de orientación:


Andar descalzo sobre la tierra.- Las medicinas orientales afirman que la energía universal entra por la coronilla y sale por la planta de los pies. Por ello, pisar la tierra descalzos favorecería ese flujo natural y alivia la tensión acumulada. La forma de andar de cada persona expresa la manera en que se mueve en el mundo. Tomar conciencia de la manera en que caminamos y aprender a pisar con mayor seguridad nos permite sentirnos enraizados y sostenidos también en los demás ámbitos de nuestra vida.


Plantar un árbol.- Plantar y cuidar de un árbol puede tener el significado y la trascendencia que cada uno quiera darle. Es una forma de dar lugar a una vida que seguramente permanecerá cuando nosotros hayamos partido. Establecer un vínculo con un árbol, sentir su energía callada y solemne, despierta una sensación de serenidad. Leer, charlar y descansar bajo la protección de uno de estos seres nos impregna de buenas sensaciones.


Realizar un peregrinaje o un viaje andando.- Para muchas tradiciones caminar rumbo a un destino es una metáfora de la evolución espiritual. Al caminar se enlentece nuestro ritmo habitual de vida. El sendero produce un ensimismamiento que permite a la persona encontrarse consigo misma en un estado meditativo. Se sale del refugio del hogar para descubrir el mundo exterior, pero también el interior. Cargar a la espalda lo que uno necesita permite tomar conciencia de que es preciso desprenderse de lo superfluo para andar sin lastre por la vida.


La naturaleza nos enseña

En definitiva, cualquier esfuerzo dedicado a la tierra devuelve mucho a cambio, pues es muy agradecida. Pero también nos enseña que recogemos lo que sembramos. Reencontrarse con ese plano oscuro que a veces atemoriza supone conectar con una de las mayores fuentes de vida. La tierra siempre está ahí, invitándonos a hacerlo, dándonos soporte mientras dure nuestro viaje por ella.


Realizar actividades al aire libre, tocar y trabajar con el suelo, aparte de resultar gratificante, tiene valor terapéutico, pues ayuda a preservar la estabilidad emocional y aporta solidez a nuestra manera de vivir.


Cristina Llagostera